De la fábrica al barrio; patrimonio vivo y compartido
"Para reutilizar la zona industrial hay que revelarla: conservar sus fachadas, sí, pero también comprender su lógica urbana. La zona industrial funcionaba como un todo: la calle era la prolongación de las fábricas. Del mismo principio surge la habitabilidad de la ciudad: el paisaje urbano como continuidad de la arquitectura y la vivienda. Con esta premisa, la propuesta se organiza en tres estrategias:
- Ruina Viva:
El patrimonio más singular se convierte en hito urbano, abierto a todos: Casa de las Mujeres, Museo o incluso una recicladora creativa. La ruina industrial renace como semillero de economías circulares y ""tercer lugar"": ni vivienda ni trabajo, sino espacio público para la innovación socio-cultural.
- Rehabilitación del patrimonio “ordinario”: El Común Compartido:
Las fachadas de ladrillo, las esquinas curvas y el volumen de los hangares se conservan, manteniendo la memoria material. Sobre ellos, en ligero retroceso —generando terrazas— se desarrollan las nuevas viviendas. Los hangares, que antes prolongaban la lógica funcional de la ciudad, se transforman en espacios colectivos, “del común y del cuidado”: vestíbulos amplios, servicios compartidos para la comunidad (lavandería, cocina colectiva), comercios y talleres abiertos a la calle.
- Calle Habitada:
Entre estas dos estrategias surge un nuevo escenario urbano: la calle como lugar de encuentro. Sin excluir el tránsito (2x3,5m), el espacio público prioriza al peatón y sitúa al habitante en el centro. Es allí, en la franja intermedia entre la ruina patrimonial y los nuevos espacios compartidos y habitables, donde la ciudad recupera su vitalidad y se reinventa."